No es secreto para nadie que Elon Musk está obsesionado con Twitter. A pesar de ser uno de los usuarios activos más populares con 100 millones de seguidores, el magnate lleva años criticando a la red social. Esta relación tomó un giro inesperado hace unos meses con la intención de comprar a la empresa, una aventura que terminará en los tribunales en octubre.
Todo empezó en abril cuando el fundador de Tesla y SpaceX dijo que ya estaba harto de las restricciones de Twitter y que planeaba crear una red social que le hiciera competencia. Rápidamente cambió de parecer y en su lugar compró el 9.2 por ciento de las acciones de la compañía para convertirse en su mayor inversor.
Justo después de eso comenzó el drama. Elon Musk hizo una oferta para comprar Twitter y, tras una breve ronda de negociaciones, se fijó un precio de 44 mil millones de dólares. El hombre más rico del mundo comenzó a buscar medios de capitalización entre sus amistades y a revisar la documentación de la empresa.
Por un lado, Elon Musk ha denunciado públicamente que Twitter miente acerca del número de cuentas falsas que existen. Según la red social, menos del 5 por ciento de sus usuarios son bots. Sin embargo, el magnate afirma que ha pedido pruebas de estos cálculos, pero ha sido ignorado. Su principal reclamo es que el exceso de bots hacen que la empresa tenga un menor valor de mercado. En respuesta, Twitter sostiene sus cálculos de cuentas falsas y advierte que, en el peor escenario, un mayor número de bots no le quita valor como señala Musk.
Es así como llegamos a la demanda. Más allá de conseguir una compensación por daños y perjuicios, Twitter exige que Elon Musk cumpla con el acuerdo previo de compraventa. El consenso de los analistas señala que el magnate lleva todas las de perder. Tan sólo la semana pasada un juez le dio la razón a Twitter y aceptó que el juicio se lleve a cabo en octubre, una decisión que los abogados de Musk advierten que equivale a acelerar el proceso “a la velocidad de la luz”.
