Para finales de abril de este año, en México se reportó un aumento de 574 mil personas sin trabajo, respecto al mismo mes de 2020 cuando estábamos en el primer gran pico de la pandemia.
De acuerdo con la más reciente Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI, en total hay 2.7 millones de personas desocupadas en el país, con lo que la tasa de desempleo se sitúa en el 4.7%.
Pero el problema, por supuesto no es solo de nuestro país.
En Estados Unidos, la tasa de desempleo saltó en abril de 2020 a un nivel no visto desde la década de 1930.
Además, datos oficiales revelan que 63 millones de adultos han tenido problemas para cubrir sus gastos de subsistencia.
Este número equivale al 27% de todos los adultos en los Estados Unidos.
Y aunque se han agregado empleos en los últimos meses, la mayoría de estos pagan salarios más bajos.
A todo eso hay que sumar que la afluencia de la variante Delta de COVID19 recientemente hizo que el Dow cayera un 2,1%, el S&P 500 cayera un 1,6% y el Nasdaq cayera un 1,1%.
Esta nueva cepa ha provocado un aumento de las hospitalizaciones y también podría afectar la capacidad de los estadounidenses para mantener el empleo en el futuro.
Y todo eso, ¿cómo afecta las inversiones?
Primero, porque disminuye el gasto del consumidor.
Las altas tasas de desempleo contribuyen a una economía estancada y la lenta recuperación de la economía.
Cuando menos personas gastan dinero, las empresas se ven afectadas y podrían incluso llegar a cerrar.
De hecho, según el Banco de la Reserva Federal de Cleveland, los gastos de consumo personal representan aproximadamente el 70% del PIB de la nación en Estados Unidos.
En México, el gasto de consumo personal creció 11.8 por ciento.
Sin embargo, mientras se mantengan altas las tasas de desempleo, incluso aquellos con trabajo que pueden gastar dinero, no lo harán con tanta confianza, pues temen a la inestabilidad.
La fórmula es sencilla: Menos gastos, más miedo al desempleo igual a inversiones desalentadoras.