Muy probablemente ya has escuchado que debes diversificar tus inversiones. Y sí,
puede sonar repetitivo, pero el consejo es acertado.
Imagina que tienes 1,000 pesos para invertir y los usas para comprar acciones de
una sola empresa. ¿Qué pasará si baja la cotización de dicha compañía o peor
aún, si se va a la quiebra? La totalidad de tu inversión registraría una pérdida. Si lo
resumimos, toda tu inversión dependería de una sola empresa.
Pero si divides los 1,000 pesos entre varios instrumentos, su rentabilidad
dependerá del promedio de rentabilidad todos en su conjunto. Así, en caso que un
instrumento baje, se podrá compensar con el alza de otro.
El objetivo es contar con una cartera variada, pero con un objetivo financiero claro
que cumpla con tu perfil de inversión. Aunque tengas títulos de mayor o menor
riesgo, de corto, mediano y largo plazo, lo fundamental es que el conjunto de la
cartera te permita atender tus necesidades a la medida que éstas se vayan
presentando.
Sin embargo, también está el riesgo de caer en el exceso; es decir, de ser víctima
de la sobrediversificación.
Una cartera sobrediversificada es aquella que tiene demasiados números de
activos correlacionados entre sí, por lo que si uno de ellos atraviesa una jornada
negativa, la probabilidad que los demás se comporten igual incrementa.
Por eso lo recomendable es tener un portafolio con activos diferente que pueda
generar flujos constantes y buscar los mayores rendimientos. Recuerda: la
cantidad no necesariamente significa calidad. Es mejor contar con una cartera
dinámica que no necesite ser reestructurada continuamente para cuidarse de las
fluctuaciones del mercado. Y lo ideal para alcanzar esta calidad es buscar activos
que no estén correlacionados entre sí.
Ahora sí, una vez teniendo esto en mente, lo que queda por delante es informarse,
informarse e informarse. Solo así el inversionista podrá distinguir en qué
categorías de activos, qué títulos y qué sectores enfocar sus diferentes
inversiones.