La destrucción de empleos, de capital y de la confianza de los agentes económicos no tiene precedente en la historia del capitalismo globalizado de las últimas cuatro décadas.
El virus SARS CoV-2 ha explotado la condición social del ser humano. Su necesidad de contacto. Y eso tiene implicaciones económicas porque las instituciones que regulan y dictan las reglas del juego de los mercados fueron construidas en un mundo de permanente interacción humana.
El cambio estructural que ha significado la pandemia del Covid-19 puede entenderse a partir del más reciente indicador de empleo en Estados Unidos, la mayor economía del mundo: 36 millones de personas no tienen trabajo. Goldman Sachs estima que la tasa de desempleo llegará a 25%, una cifra histórica.
En México, se perdieron más de medio millón de empleos formales registrados ante el IMSS en abril. El Coneval proyecta que el número de personas en condiciones de pobreza extrema se duplicará durante esta recesión.
Paradójicamente, la tragedia humana y económica parece estar desconectada del mercado bursátil de Estados Unidos, la estructura de intercambio de activos de renta variable de mayor relevancia para los mercados financieros a nivel global. Si bien, la crisis del Covid-19 ha derivado en una salida sin precedentes de capitales de activos de economías emergentes (una tendencia que se ha revertido gradualmente en las últimas semanas), la valuación de los índices accionarios estadounidenses ha crecido de manera significativa. Desde el 13 de marzo, el valor de los futuros del índice Nasdaq ha crecido 13.34%.
A pesar del deterioro de los fundamentales de la economía real, la inyección de liquidez de los principales bancos centrales del mundo a los mercados financieros mantiene a flote a los inversionistas que han priorizado incrementar su exposición a activos con grado de inversión en Estados Unidos. Un memorándum de investigación de Morgan Stanley encontró una correlación positiva entre la tasa de rendimiento de los principales instrumentos de renta variable de un país y el tamaño del estímulo monetario del banco central como porcentaje del PIB.
El pesimismo económico, que diverge de las expectativas de los mercados financieros, se vuelve patente en el dato deflacionario analizado de abril de los precios al productor en Estados Unidos. La cifra fue negativa: -1.2%. El mercado de futuros de los bonos del Tesoro proyecta que la Reserva Federal llevará la tasa de interés de referencia a terreno negativo en 2021, lo que sugiere que las expectativas están valuando una recuperación económica lenta.
En ese contexto, una estrategia de cautela y de “pagar por ver” considera un incremento de la exposición a clases de activos como las acciones de Estados Unidos, los CETES y la renta fija estadounidense con un horizonte de inversión de corto y mediano plazo. El complemento de esta perspectiva es una reducción del apetito por activos relacionados con un nivel relativamente mayor de riesgo, como los índices de materias primas y la renta fija con altas tasas de interés que se debate entre el grado de inversión y el grado especulativo.