Hay un dato que exhibe, como pocos, la profunda desaceleración de la economía mexicana en el último año: la expectativa mediana de crecimiento del PIB de los especialistas en economía del sector privado que son consultados mensualmente por el Banco de México. Actualmente, el consenso para 2019 es de 0.79%, una cifra notablemente menor al 2.16% expresado en agosto del 2018.
Las proyecciones de organismos multilaterales internacionales como el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Económica para América Latina, solían ser más optimistas que el promedio, pero incluso ellos han rebajado las expectativas de crecimiento. El primero considera que México crecerá 0.9% este año. El segundo, que la economía nacional se expandirá apenas 1% en 2019.
Sin embargo, estos números no son concluyentes. Están sujetos a la clásica restricción de la ciencia económica de que “todo lo demás permanezca constante” (ceteris paribus). Esto es relevante porque estos modelos están basados en los supuestos de una política fiscal y monetaria de corte restrictivo: una tasa de interés de referencia del banco central de 8.25% (la segunda más alta entre países emergentes, en términos reales, según Bloomberg) y un derrotero del gasto público que apunta a registrar un superávit fiscal primario.
No obstante, todo eso podría cambiar en el corto plazo. El consenso de analistas sugiere que el recorte de 25 puntos base a la tasa de interés de referencia del Comité de Mercado Abierto de la Reserva Federal de Estados Unidos abre la puerta a que la Junta de Gobierno de Banco de México actúe en consecuencia y reduzca los tipos de interés. Esto tiene el potencial de liberar un importante lastre para el crecimiento de la economía mexicana. El relajamiento de las condiciones monetarias en Estados Unidos es interpretado por un sector del mercado como la inauguración de un nuevo ciclo de rebajas globales en las tasas de interés, cuya consecuencia inmediata es un estímulo a la demanda agregada mundial.
Por otro lado, Arturo Herrera, el secretario de Hacienda, anunció un paquete de estímulo fiscal que pretende liberar Aproximadamente 485 mil millones de pesos (alrededor de 1% del PIB) del gasto público y utilizar a la banca de desarrollo para financiar programas de infraestructura en la segunda mitad del año. Este programa tiene el objetivo explícito de incentivar el crecimiento económico mediante un estímulo keynesiano clásico a la demanda agregada.
Por eso decimos que los pronósticos pueden cambiar. El mercado siempre paga por ver.