La coyuntura económica mexicana puede sintetizarse en la profunda contradicción entre el estancamiento de la economía real, que liga siete trimestres consecutivos sin crecimiento, y el auge de los activos financieros denominados en pesos.
La diferencia entre ambas narrativas contrasta el hecho de que en la misma semana se publicó que el PIB de México se contrajo 0.07% en 2019 en relación al año anterior y que las posiciones especulativas netas a favor del peso en el mercado de futuros de Chicago tocaron su mayor nivel en más de una década.
En cierto sentido, esta separación representa las consecuencias de la continuidad y la ruptura en los arreglos institucionales del país. Continuidad en la política monetaria y financiera implementada por el Banco de México (cuya Junta de Gobierno es relevada de manera escalonada), que ha hecho de los bonos soberanos mexicanos los títulos de renta variable con la mayor tasa de interés para instrumentos con la misma calificación crediticia.
A pesar del pesimismo en torno a la economía mexicana, el consenso de analistas encuentra factores puntuales para explicar el fortalecimiento del peso y la fuerte demanda por activos financieros mexicanos en el mercado: un entorno global de bajas tasas de interés en los activos de economías avanzadas, la persistencia de una política fiscal y monetaria macroprudencial, la liquidez de los activos mexicanos que hacen posible el llamado carry trade (pedir prestado en bajas tasas en dólares e invertir ese dinero en tasas más altas en pesos), así como el sesgo a la baja de riesgos relacionados con la firma del T-MEC y una recesión en Estados Unidos.
La semana pasada, el tipo de cambio rompió el piso psicológico de 18.80 pesos por dólar, registrando su mejor en este último año. La cotización concluyó con la ratificación de la decisión de política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos de mantener el tipo de interés de referencia en el intervalo de 1.5% a 1.75%, dejando intacto el diferencial de tasas con México.
Esto, en última instancia, continuará definiendo la dinámica del sector financiero mexicano, considerando que todas las demás variables permanezcan constantes.