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¿Los mercados están siendo demasiado complacientes?

Staff e-Vector
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Nouriel Roubini, el profesor de economía de NYU que predijo la debacle financiera de 2007-2008, argumenta que los mercados sí están siendo complacientes.

Steven Eisman, el célebre inversionista que fue interpretado por Steve Carrell en The Big Short, lo llama “política monetaria para los ricos”. Se refiere al efecto que ha tenido la flexibilización cuantitativa en la distribución del ingreso en Estados Unidos. No es un tema menor. Emmanuel Saez, académico de UCLA y asesor de la senadora demócrata Elizabeth Warren, estima que la desigualdad de riqueza en la economía más grande del mundo ha alcanzado niveles similares a los de la década de los veinte, los años previos a la Gran Depresión. 

Esta condición de la estructura económica norteamericana subraya que el estancamiento del ingreso de la clase media coincide con el mercado alcista más largo en la historia de Estados Unidos. 

A pesar de la permanente tensión comercial entre las dos principales economías del planeta, de la creciente tensión militar en Medio Oriente y de la consolidación del movimiento populista en Occidente, 2019 fue un gran año para los rendimientos de renta variable en los países industrializados: el índice S&P 500, por ejemplo, creció 27%. 

Nouriel Roubini, el profesor de economía internacional de NYU que obtuvo aclamación mundial por predecir la debacle del mercado inmobiliario de 2007, escribió recientemente que Wall Street se ha vuelto víctima de su propia complacencia, particularmente en relación al escalamiento militar entre Estados Unidos e Irán. “Sólo porque se evitó una guerra de escala completa, no quiere decir que los mercados estén a salvo”. 

El argumento de Roubini pone de relieve lo que sugieren los análisis de los principales bancos de inversión: los riesgos están a la vista, pero el clima de optimismo de los mercados financieros continúa siendo la narrativa dominante. Josh Brown, director general de Ritholtz Wealth Management, capturó el zeitgest de Wall Street en un tweet: “Sólo estamos a 3.4% de que el Dow Jones llegue a 30,000 puntos. Eso era inconcebible hace algunos años.” 

En este contexto, pensar en el divorcio de Wall Street y Main Street se vuelve inevitable: en un momento en el que los índices accionarios están tocando máximos históricos, la tasa de crecimiento anual de las exportaciones americanas se desploma a cero, acumulando una caída de ocho puntos porcentuales desde mediados de 2018. 

Esta disonancia le da crédito al argumento de Steven Eisman: el precio de los activos financieros no es más que una consecuencia de la mayor inyección de liquidez en la historia de parte de los bancos centrales. No se trata de una hipótesis aislada. Robert Kaplan, presidente de la Reserva Federal de Dallas, reconoció en una conferencia de mediados de enero que las bajas tasas de interés y la expansión de la hoja de balance del banco central americano han contribuido a elevar el precio de los bonos y las acciones y a incrementar los incentivos para tomar mayores riesgos. 

En ese sentido, algunos críticos de la conducción actual de la política monetaria consideran, incluso, que la Reserva Federal ha asumido un tercer mandato de facto, el de la estabilidad financiera y el bienestar de la clase tenedora de activos financieros. Detrás de esta acusación yace una preocupación por los efectos que esta política tiene sobre la ampliación de la brecha de desigualdad de riqueza y, por ende, de las consecuencias políticas asociadas a este fenómeno. 

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