Los hermanos Winklevoss están promoviendo una tesis radical en Wall Street: Bitcoin va a desplazar al oro como el activo de resguardo por excelencia. La lógica detrás de este argumento se basa en la idea de que la oferta de esta divisa digital es limitada. Lo mismo podría pensarse del oro, pero los Winklevoss aseguran que empresarios como Elon Musk están desarrollando tecnología para explotar minas de este commodity fuera del planeta Tierra, lo que podría desplazar la curva de oferta a la derecha, lo que en consecuencia implicaría un nuevo precio de equilibrio mucho más bajo al rango actual. Los Winklevoss dicen en serio.
Esta discusión es anecdótica, pero pone de relieve los mitos y premisas que los inversionistas han construido en torno al activo de resguardo por excelencia, el oro. La sabiduría convencional sugiere que en episodios de volatilidad y de aumento significativo en los índices que miden el sentimiento de aversión al riesgo, los flujos de capital buscan refugio en este commodity. Difícilmente puede argumentarse lo mismo en el caso de Bitcoin. La fuerte volatilidad, inherente a la dinámica de las criptomonedas, hace imposible considerar a estos activos como un resguardo de valor.
En los últimos cinco meses, el valor del oro llegó a acumular un incremento de 43 por ciento. El contexto de este fenómeno es inédito: mercados financieros apoyados artificialmente por una política monetaria de inyección de liquidez de los bancos centrales en el marco de la peor recesión desde la Gran Depresión. El cuadro macroeconómico global no es lo suficientemente claro para formar un criterio lineal sobre el comportamiento del oro. Los inversionistas se debaten entre un sentimiento de pesimismo frente a la recuperación económica y un optimismo inusitado para ciertos activos financieros, como las acciones del sector tecnológico.
Fuente: VectorAnálisis
Redacción: Staff e-Vector