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Hablemos de la próxima crisis

Staff e-Vector
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Tenemos que hablar de la próxima crisis económica global. Nadie sabe cuándo va a llegar, pero la historia sugiere que ningún ciclo expansivo es para siempre. ¿Estamos preparados?

En los últimos meses, la palabra recesión se ha vuelto parte del lenguaje cotidiano de los participantes de los mercados financieros. La inversión de la curva de rendimiento de los bonos del Tesoro, que ha pronosticado las últimas siete recesiones en Estados Unidos, es considerado un indicador lo suficientemente convincente como para argumentar la posibilidad de un agotamiento del ciclo expansivo más largo en la historia reciente de la economía americana. 

En el 2008, año de la última recesión, el mundo fue testigo de la mayor debacle económica desde la Gran Depresión. Se trató de una crisis financiera que derivó en efectos de segundo orden en el sector productivo de economías emergentes y avanzadas. Para 2019, 2020 o 2021; el consenso de analistas no está pronosticando una caída de esta magnitud. Pese a que el mercado de futuros de
la tasa de fondos federales advierte de una recesión implícita en los próximos 6 a 24 meses, pocos economistas proyectan un escenario fatalista como el de hace una década. 

Sin embargo, hay una preocupación que no estaba presente en 2008: la falta de herramientas de política pública para hacer frente a una recesión. El aumento generalizado de la deuda pública como porcentaje del producto interno bruto en la última década, la reducción del espacio fiscal, la creciente polarización política en las democracias occidentales  y el hecho de que los cuatro bancos centrales más importantes del mundo registren tasas de interés de referencia reales negativas sugieren que la implementación de un paquete de medidas contracíclicas es poco probable.
 
Esto ha obligado a los responsables de la política económica, particularmente a los banqueros centrales, a considerar herramientas heterodoxas como la expansión de la base monetaria a partir de programas de compra de activos financieros o la inyección de liquidez a los mercados financieros.

El problema que algunos economistas ortodoxos encuentran en relación a este tipo de políticas es
que su efecto disruptivo aún es incierto Chad P. Bown, del Instituto Peterson de Economía Internacional, ofrece otra solución, el estímulo fiscal expansivo más importante en una década: la terminación de la guerra comercial, es decir, una reducción arancelaria bilateral pactada entre China y Estados Unidos. 

Para nadie es un secreto que la guerra comercial ha generado una dislocación masiva en las cadenas de suministro a nivel global, impactando en los niveles de inversión de los sectores manufactureros de economías avanzadas. 

La amenaza de un standoff permanente entre el gobierno americano y la administración de Xi Jinping representa el principal riesgo para los planeadores financieros a nivel global, de acuerdo a una encuesta de Bank of America Merrill Lynch.
 
Nada de esto sorprende. Lo único cierto es que, como sucedió en 1929 y en 2008, la siguiente crisis será un evento para el que pocos estarán preparados.

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