Cuando la crisis sanitaria comenzó, por alguna razón que nadie entiende, muchos corrieron a abastecerse de papel de baño.
Sin embargo, tras el alargue del confinamiento comenzamos a entender las prioridades y asegurar el suministro local de alimentos pasó a ser la principal preocupación.
De acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, los precios récord de alimentos en 2008 provocaron disturbios en 48 países.
Nadie inicia una revuelta por papel de baño.
Así, comenzamos a hablar de la agricultura vertical, la gran opción para el futuro.
Tan solo hace una semana Bowery Farming, la startup de agricultura vertical en interiores con sede en Nueva York, recaudó 300 millones de dólares en su última ronda de financiamiento.
Esto colocó a la compañía en un valor de 2.3 mil millones de dólares. Nada mal para ser cosechadores de lechugas.
La empresa, creada en 2015, es parte de un rubro en plena expansión que apunta a la tecnología para vender productos frescos durante todo el año a poblaciones urbanas en crecimiento.
La agricultura vertical cultiva sus productos en arreglos apilados en entornos controlados tecnológicamente, lo que reduce la necesidad de grandes extensiones de tierra y lleva la producción en masa directamente a las áreas urbanas.
Además, la agricultura de campo requiere mano de obra, condiciones climáticas favorables, sol adecuado para la fotosíntesis, riego y, a menudo, pesticidas para proteger los cultivos.
Y por si fuera poco, la agricultura tradicional absorbe el 70% de nuestro consumo mundial de agua.
Las granjas verticales le apuestan a la maximización del espacio, pero sobre todo, a la independencia de la tierra cultivable, las capacidades de crecimiento durante todo el año, un menor consumo de agua y una mayor predictibilidad de los cultivos.
Fuente: VectorAnálisis