Podríamos llamarle “migajas digitales”.
Ese rastro de pan que vamos dejando en todo lo que hacemos mientras estamos conectados a una red. Nuestra vida entera, documentada con dispositivos capaces de medirlo y registrarlo todo.
Dónde fuimos, nuestra frecuencia cardiaca, qué comemos, cuánto tiempo dormimos, qué vemos… todo.
Es el lifelogging y cada vez más personas están abrazando esta tendencia.
El episodio The Entire History of You narra un mundo en el que las personas tienen un dispositivo digital detrás de las orejas con el que se graba todo lo que ven y escuchan, almacenando en un solo lugar.
Aunque el lifelogging, en su concepción inicial, aspiraba a registrar experiencias en su totalidad, lo cierto es que por razones técnicas y legales esto no es posible, al menos aquí y ahora.
El problema, como lo explica Jorge Fraganillo, investigador de la Universidad de Barcelona en su estudio “Lifelogging: el fenómeno de las cajas negras personales”, es que muchas veces, esos datos se van almacenando sin que nosotros nos demos cuenta.
“Si usas las redes sociales estás haciendo lifelogging; aunque hacer lifelogging no sea necesariamente tu intención”, advierte Ted Chaing, escritor de ciencia ficción y una de las voces más escuchadas en torno a este tema.
Y ahí es donde todo se pone complicado.
Porque este fenómeno del lifelogging podría llegar a convertirse en la principal fuente de obtención de información para el negocio de los Data Brokers o vendedores de datos.
Y el mercado de los Data Brokers es un negocio próspero en el que nosotros somos el artículo de venta.
No en vano, Larry Page, uno de los fundadores de Google, se lamentaba, en referencia al cierre de Google Health, del entorno creado por los gobiernos que usan la Red para el control y el espionaje, ya que este mal uso pone en riesgo la evolución y la adopción de tecnologías que, en sí mismas, han sido diseñadas para tener un impacto positivo.
Porque no nos olvidemos de que en internet, cuando no sabes cuál es el producto, entonces el producto eres tú.
El caso de Cambridge Analytica, que puso a Facebook en el ojo del huracán e inició el debate sobre la privacidad de los datos de los usuarios, es el mejor ejemplo de eso.
En una entrevista para El País, la socióloga y analista digital Marta Espuny Contreras responsabilizó de este asunto al “capitalismo de la vigilancia”.
“Las economías digitales nos han dirigido hacia lo que se denomina capitalismo de la vigilancia, donde sufrimos de una invasión de nuestra privacidad y de la comercialización de esta, puesto que se convierte en un bien mercantil”, detalló.
Es por eso que, con la popularización del lifelogging cada vez más sociólogos y analistas digitales también comienzan a poner sobre la mesa que esta tendencia presenta ciertos riesgos y debe considerarse con cautela.