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La ‘renuncia silenciosa’ crece en el mundo

Staff e-Vector
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Desde el ‘home office’, hasta la renuncia silenciosa y pasando por la Gran Dimisión… Así es cómo ha cambiado la cultura laboral en los últimos años de pandemia.

La pandemia cambió al mundo y transformó la manera en que trabajamos. No sólo adelantó la era del home office o teletrabajo, sino que obligó a las personas a replantearse sus objetivos laborales. La crisis económica de estos últimos años llevó a las empresas a pedir el extra a sus empleados, lo que ha provocado un agotamiento crónico mejor conocido como burnout

En un principio, esto ocasionó una gran ola de renuncias que llegó a bautizarse como La Gran Dimisión. A las personas les dejó de preocupar su estabilidad financiera y dejaron sus trabajos sin tener otro puesto asegurado. El objetivo aquí era alejarse lo más antes posible de un ambiente tóxico y descubrir un nuevo llamado.

Este fenómeno se ha transformado y hoy en día se habla de La Renuncia Silenciosa. Contrario a lo que su nombre sugiere, la nueva tendencia no gira en torno a dejar el empleo. Más bien, se “renuncia” a la idea de dar el extra para la empresa y a la cultura del “échale-ganismo”.

Culturalmente, se tiene la idea de que entre más esfuerzo le dedicas al trabajo, mejor te va a ir en el futuro. Sin embargo, las nuevas generaciones se han estado topando con pared y cuestionan qué tanto vale la pena dedicarle la vida a una empresa y descuidar su ámbito personal. De aquí surge la idea de hacer el mínimo. No significa trabajar mal o no cumplir con obligaciones, pero sí olvidarse de las horas extras no remuneradas o el aceptar actividades que no estaban contempladas originalmente en la descripción del puesto.

De acuerdo con el Termómetro Laboral de OCC Mundial, el 34 por ciento de los trabajadores en México prefiere limitarse a hacer el mínimo en su trabajo con tal de mantener su salud mental. En ese sentido, el 43 por ciento de las personas no cree que el máximo esfuerzo garantiza un ascenso.

Mientras tanto, nuestro país sigue siendo el que tiene las jornadas de trabajo más extensas de la OCDE al superar las 2 mil 200 horas al año. Al mismo tiempo, somos los que ofrecen la menor cantidad de vacaciones, incluso por debajo de lo que ofrecen países en vías de desarrollo como Nigeria, Uganda y Tailandia.

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