En una guerra todos pierden.
Lo que estamos viviendo con el conflicto entre Rusia y Ucrania es prueba de eso.
Las repercusiones de la guerra que se vive del otro lado del mundo nos pegan a todos.
Justo esta semana, el Programa Mundial de Alimentos de la ONU advirtió que la crisis alimentaria provocada por la invasión de Ucrania es la peor desde la Segunda Guerra Mundial.
Incluso, el organismo mundial acusó que esta situación podría derivar en una «hambruna» y acusó a Rusia de haber generado una guerra entre dos potencias productoras de cereales.
Ucrania y Rusia están entre los mayores productores de cereales, pues representan el 30 por ciento de las exportaciones mundiales de trigo, el 20 por ciento del maíz mundial y el 75 por ciento del aceite de girasol.
“El presidente ruso Vladimir Putin comenzó esta guerra. Él creó esta crisis alimentaria mundial y él es quien puede detenerla», dijo en el Consejo de Seguridad de la ONU Wendy Sherman, la número 2 de la diplomacia de Estados Unidos.
Por su parte, el embajador de Rusia ante la ONU, Vassily Nebenzia aseguró que la verdadera razón por la que el mercado mundial de alimentos enfrenta fuertes problemas no tiene nada que ver con las acciones de Rusia, sino en la histeria desmedida de las sanciones que Occidente ha impuesto contra ese país sin tomar en cuenta a la población del llamado Sur Global ni a sus propios ciudadanos.
Pero independientemente de quien sea “la culpa”, la crisis alimentaria es un asunto que está afectando a todo el mundo.
México ocupa el lugar 12 entre los productores de alimentos en el mundo, pero no es autosuficiente en productos básicos.
De acuerdo con la Secretaría de Economía, más del 40 por ciento del maíz que alimenta a la población mexicana proviene del extranjero, por eso, el gobierno federal anunció que prepara “un plan para fortalecer la economía popular y enfrentar la carestía”.
