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Haz de los instrumentos de inversión tus aliados

Staff e-Vector
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Contrario de lo que se podría pensar, invertir no implica un gran esfuerzo, engorrosos trámites o apostar todo tu patrimonio.

Lo principal de las inversiones es que, a diferencia del dinero que ahorras en una cuenta bancaria, el dinero invertido crece con los rendimientos que te da, y la rentabilidad varía  de acuerdo al instrumento de inversión.

Antes de entrar en la aventura de invertir es conveniente que investigues exhaustivamente los puntos débiles y fuertes de cada uno de los instrumentos. Enseguida te decimos cómo.

1. Bolsa de valores

Es el medio de inversión que puede ofrecer un rendimiento superior a cualquier otro. Exige más paciencia porque, a largo plazo, es una de las formas más rentables. Pero antes de dejarte llevar por ese atractivo debes saber que invertir en acciones es entrar en periodos de subidas y bajadas, en donde los precios de ciertas acciones se pueden depreciar en ciertos periodos. Si este es el caso, debes ser paciente y no vender estas acciones porque como sabes, no hay mal que dure 100 años y después puede venir la recuperación.

2. Fondos de inversión

Vehículo de inversión ideal para pequeños, medianos y grandes inversionistas, ya que al agrupar sus recursos permite obtener economías a escala y atractivos rendimientos superiores a los que lograrían por separado.  Su administración está a cargo de expertos en inversiones y dependiendo del tipo de fondo se puede invertir en acciones en la Bolsa o títulos de deuda del gobierno federal.

3. Instrumentos de deuda gubernamentales

En este caso, lo que haces es prestarle dinero al gobierno, quien se compromete a devolverte la cantidad que inviertes más tu ganancia, que es la tasa de interés que te paga y que puedes consultar en la página del Banco de México.  El sitio Cetesdirecto fue creado por el gobierno mexicano para dar facilidades de invertir en los valores gubernamentales. Entre los más populares son los Cetes y los bonos de desarrollo del gobierno federal de tasa fija o revisable; con plazos que pueden ser hasta 30 años, según sea el caso.

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