En el 2021 tres multimillonarios viajaron para conocer el espacio. Jeff Bezos, Richard Branson y Elon Musk cumplieron su sueño por unos minutos y flotaron en el infinito. Muy bonito todo… pero no.
Aunque puede sonar muy visionario, la era del turismo espacial es un grave retroceso para la humanidad. El turismo espacial se ha vendido con la promesa de “democratizar el espacio”, pero está lejos de eso.
El Informe de Desigualdad Mundial de 2022 detalla que “la ilustración más llamativa de la contaminación extrema asociada a la desigualdad de la riqueza en los últimos años es el desarrollo de los viajes espaciales».
La competencia de Bezos, Branson y Musk para ver quién llegaba primero al espacio reabre un debate sobre la desigualdad y el coste que esas experiencias turísticas tienen para el medioambiente.
Porque no es solo que el turismo espacial siga estando sólo al alcance de una minoría, sino también por el impacto ecológico que genera.
Virgin Galactic, Blue Origin o SpaceX han dejado claro que buscan que esta hazaña extraordinaria se convierta en pocos años en algo rutinario y habitual.
Tan solo Virgin Galactic anunció 400 vuelos al año tan pronto como le sea posible. Según los expertos, con algo más de 100 lanzamientos al año se provocaría graves efectos en el planeta.
Se estima que cada vuelo turístico de Virgin Galactic y Blue Origin emite unas 60 y 90 toneladas de dióxido de carbono, respectivamente. Es decir, entre 8 y 15 toneladas por pasajero, de acuerdo con un artículo de The Conversation.
… y lo hace por el puro placer de algunos millonarios de cumplir un efímero sueño de grandeza.
“En comparación, de media, cada persona en el mundo emite cada año unas 4.8 toneladas de dióxido de carbono”.
Según un artículo de The Economic Times, los gases y partículas emitidos por estas astronaves tienen numerosos efectos negativos en las diversas capas de la atmósfera, la capa de gases que rodea a la Tierra.
“En la estratosfera, los óxidos de nitrógeno y las sustancias químicas que se forman por la descomposición del vapor del agua convierten el ozono en oxígeno y desgastan la capa de ozono”, detalla.
Es por eso que la regulación internacional del impacto ambiental deberá ser uno de los aspectos en los que la gestión de las actividades espaciales tendrá que mejorar este nuevo año.
Porque esta es una era en la que deberíamos estar más preocupados por cuidar el planeta que tenemos para reducir nuestro impacto ambiental, y luego ya veremos si podemos ir hasta el infinito y más allá.